ARQUEOLOGÍA DEL PAISAJE: LO PETREO Y LO FRÁGIL

 

El sol abrasador parece calcinar todo lo que queda a la vista, los vestigios inclementes de la presencia humana, no perduran muchos años bajo este infierno reinante. Se podría decir que este pedazo de tierra es un horno saturado de energía solar que modifica los patrones químicos de cualquier elemento inmóvil. Es el desierto de Atacama, singular paraje de nuestro país donde la artista Claudia Palma ha investigado los misteriosos procesos que estos inescrutables territorios han producido sobre su geología y sobre las personas que lo habitan.

Tal como el hombre de las sociedades arcaicas descubrió su poder de cambiar el estado de los elementos, en este trabajo está presente ese doble carácter, experimental y místico de la alquimia, ciencia sagrada que estudia la pasión, el matrimonio y la muerte de las sustancias destinadas a la transmutación de la materia (la piedra filosofal) y de la vida humana (el elixir de la vida).

En esta permanente exploración del territorio Claudia Palma ha descubierto la analogía de las tradiciones ancestrales de la madre tierra, propia de la cosmovisión de los habitantes precolombinos, junto con las antiguas creencias de los primeros mineros y forjadores metalúrgicos en el sentido de la imagen del vientre de la tierra como simbolismo de la mina asimilada al útero y los minerales como embriones a ser fecundados en este proceso constante de transformación de la materia. De allí proviene la teoría de la alquimia como fase de evolución de los minerales a través de un atanor o de un crisol, que somete a través del fuego y los procedimientos alquímicos el cambio de estado de la materia para obtener el oro filosofal.

En este trabajo silencioso de placas y estratos suspendidos, se despliegan las vivencias, las emociones materializadas en un elemento ligero que evoca las cortezas salinas y los suelos volcánicos que liberan las energías de la tierra. La artista somete a procesos de transformación a través aire, agua y tiempo, las delicadas fibras vegetales (pulpa de algodón) para modificar estos estratos orgánicos y llevarlos a la metáfora de transmutación. La aspereza del desierto y la pétrea imagen de la madre tierra son llevadas a la fragilidad extrema de su expresión en estos múltiples muestras de sedimentos desplegados en la exposición.


Estratos, erosión, geología, territorios y mapas que evocan el paso del tiempo se contrastan en el proceso de producción de la obra, actúan a la vez como catalizadores para fusionar el conjunto de esta delicada instalación. 

Arturo Duclos

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